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| cabeza de chicle | 
Suele suceder a menudo que en el título de un relato se encuentra la  síntesis de toda la historia, incluso la revelación del misterio. La  historia que nos cuenta Gustavo Piñero se desglosa en pequeñas crónicas  cotidianas. La revelación en escenas de lo que el artista observa del  mundo real se transfigura en un minucioso inventario de objetos, dibujos  y pinturas. Pequeñas piezas policromadas, dibujos de trazo firme y  grueso, cuerpos sintéticos sobre un trapo de piso, develan la intención  de Piñero de trabajar en un campo de pruebas. El artista se abre sin  tapujos al juego de posibilidades que le depara su incuestionable  maestría técnica y el intento por aquietar la belleza en búsqueda del  lado oculto de la realidad. Sus obras adquieren un carácter hipnótico  dado por la transparencia de lo cotidiano, al mismo tiempo que la  apelación al misterio, en donde lo real y lo irreal se hacen  indiscernibles. En el bestiario de Piñero, el lobo del hombre se corta a  sí mismo en dos mitades, la mujer aparece una vez más con su halo de  calma, la flor exhalando extrañeza en su colorido, y la estrella  sostiene en sus cinco puntas afiladas personajes de múltiples rostros.  Todas las piezas brillan en el mismo escenario y todas ocultan en su  belleza el contenido de lo perturbador. En sus famosos epigramas Oscar  Wilde decía: “Estamos todos en las vísceras y la putrefacción, sin  embargo algunos de nosotros elegimos mirar a las estrellas”. Gustavo  Piñero pareciera dispuesto a caminar su sendero infinito en el fango de  las miserias, pero con los ojos firmes en las constelaciones del cielo,  buscando sin cansancio el titilar de las luces en las estrellas.
Luz Novillo Corbalán 
a propósito de la muestra "Los hijos de las estrellas" 
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| suicidal ice cream | 
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| hombre 011 | 
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